martes, 26 de abril de 2011

La conducta dirigida por el cerebro versus la conducta dirigida por la voluntad

Cuando nuestro cerebro está funcionando bien, nosotros funcionamos bien. Cuando nuestro cerebro presenta problemas en su funcionamiento, es difícil ser “uno mismo”. La calidad de nuestra función cerebral está asociada a la calidad de nuestras decisiones, actuaciones, y conexiones emocionales en nuestras vidas.

Existen diferencias entre los comportamientos dirigidos por nuestra voluntad, y los comportamientos dirigidos por el cerebro: El comportamiento dirigido por la voluntad, se deriva de un cerebro sano, a través del cual ejercemos una elección consciente sobre una situación, en función de nuestros intereses. El comportamiento basado en la voluntad tiene una dirección hacia un objetivo y es productivo. Nos ayuda a cumplir nuestras metas.

Un cerebro cuyo funcionamiento está de alguna manera, comprometido, tiende a presentar dificultades en diferentes áreas de la vida. Un ejemplo extremo de esto es la enfermedad de Alzheimer. Las personas que sufren de esta condición no tienen acceso a su verdadero ser ni a su voluntad libre, porque sus cerebros presentan un severo deterioro en su función y frecuentemente en su comportamiento. Por esta razón, pueden pasar de ser, por ejemplo, personas amables, suaves y correctas, a ser irracionales, furiosas y conflictivas.

El comportamiento dirigido por el cerebro ocurre cuando este “secuestra” a la voluntad, y ocasiona que el actuar de la persona se torne poco cooperador o incluso francamente destructivo.

Sin ir más lejos, ¿cuántas veces nuestro hijo con déficit de atención nos promete con toda determinación “no volver a hacer” algún comportamiento que es inapropiado, y poco tiempo después lo repite? No es ni falta, ni mala voluntad del niño; probablemente el niño está haciendo lo mejor que puede a partir de cómo está funcionando su cerebro en cada momento.

Otros ejemplos de casos con comportamientos potencialmente dirigidos por el cerebro son las personas que padecen de trastornos obsesivo compulsivos, Tourette, o los adictos a las drogas. Una persona con un trastorno obsesivo compulsivo sabe que sus pensamientos o conductas son irracionales, sin embargo, simplemente no puede dejar de hacerlo. Una persona con Tourette puede intentar suprimir los tics, sin embargo, estos se van represando hasta que finalmente deben expresarse. El abuso de drogas o de alcohol con frecuencia se sale de control, a pesar de que el adicto sufre de intensa vergüenza y desprecio hacia si mismo. La adicción literalmente ha secuestrado su cerebro.

Si el cerebro es el órgano del comportamiento y de la libre elección, y la función cerebral está comprometida, entonces es obvio que no todas las personas tenemos el mismo nivel de voluntad y determinación. Con frecuencia las personas sobrevaloran el poder de la voluntad o de la determinación de otros o de si mismos. Piensan que se puede actuar de una manera diferente de la que se hace a fuerza de dicha voluntad. Cuando el funcionamiento de nuestro cerebro está “saboteándonos”, necesitamos revisar nuestro estilo de vida, y buscar apoyo a través de tratamientos e intervenciones apropiadas, que mejoren su funcionamiento. Nuestro cerebro importa y cuidar de él debe ser parte de nuestras vidas.

Virginia Rojas Albrieux

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