jueves, 5 de mayo de 2011

Enfermedades neurológicas, condiciones psiquiátricas y alimentación

El cerebro humano demanda una gran cantidad de energía y flujo sanguíneo para funcionar óptimamente. Es por esta misma razón que es altamente vulnerable a lo que se denomina el estrés oxidativo. Los procesos electroquímicos involucrados en la actividad cerebral generan químicos denominados radicales libres, responsables del proceso de oxidación o estrés oxidativo.
Para contrarrestar el estrés oxidativo, el cerebro posee un sistema de defensas antioxidantes, el cual combate los radicales libres, tanto destruyéndolos como previniendo su formación. Esto es un proceso natural del organismo y, si se quiere, un proceso adaptativo; sin embargo, las cosas se complican cuando la producción de radicales libres desborda la capacidad de defensa del sistema, o cuando el sistema está trabajando sobre la base de una alimentación de baja calidad, o baja en antioxidantes. Esta situación influye negativamente sobre, nada más y nada menos que: el proceso de envejecimiento y las condiciones neurodegenerativas. Resulta que recientes estudios asocian el estrés oxidativo con enfermedades neurológicas y condiciones psiquiátricas, específicamente con: el Alzheimer, la esclerosis lateral amiotrófica, los trastornos de ansiedad, el déficit de atención con hiperactividad, el autismo, el síndrome de fatiga crónica, la demencia, la depresión, la fibromialgia, la enfermedad de Hungtington, la esclerosis múltiple, la esquizofrenia, y en general se reconoce que tiene un efecto nocivo sobre el comportamiento y la cognición, por alterar el funcionamiento de las células cerebrales.
El bajo consumo en nuestra dieta de alimentos protectores tales como las frutas, los vegetales, los granos enteros y la fibra, y algunas bacterias benéficas halladas en ciertos alimentos, conlleva a daño celular porque los radicales libres deterioran por oxidación, componentes de las células cerebrales y, aún más trascendental, dañan nuestro material genético (ADN).
Los antioxidantes alimenticios ayudan a frenar el daño celular y preservan una función cerebral óptima, en el presente y para el futuro. El estrés oxidativo y la falta de antioxidantes en la dieta está asociada a bajos niveles de energía, e interfiere con las funciones cognitivas.
Un paso hacia el mejoramiento de nuestro sistema de defensas antioxidantes consiste en una buena ingesta de alimentos antioxidantes para combatir los radicales libres e influir positivamente sobre las células cerebrales. Una dieta rica en muchos colores de verduras y frutas es altamente recomendable. De 5 a diez porciones diarias es la dosis indicada. Por otro lado, las nueces, la canela, los clavos, la mostaza y el chili también poseen una altísima actividad antioxidante. Las hierbas culinarias como la albahaca, el orégano, y el perejil son poderosos antioxidantes, al igual que el chocolate negro (en moderación por ser muy calórico). Adicionalmente, el aceite esencial Omega 3 (cuya forma de consumo más fácil es a través de suplementos de este producto), tienen unas altísimas propiedades antioxidantes, junto con la cúrcuma (especia), el jengibre, y el té verde. El café también es un gran antioxidante siempre y cuando no sean más de dos tazas al día y haciendo la salvedad que, algunas personas son sensibles a la cafeína y simplemente no la toleran.
Otra amenaza contra la protección de nuestras células cerebrales y el sostenimiento de un desempeño cerebral óptimo es la inflamación o los procesos inflamatorios (entiéndase este término NO en su concepto tradicional sino, en la actualidad científica, como una serie de condiciones humanas que incluyen la enfermedad cardíaca, la diabetes, la obesidad, y las condiciones psiquiátricas) son promovidos por una falta de antioxidantes en nuestra dieta y un exceso de grasas saturadas, grasas trans, azúcares y carbohidratos simples (por ejemplo, azúcar refinada, arroz blanco, harina de trigo, cereales de caja, etc.) y omega 6 (presente por ejemplo en los aceites de maíz, girasol y soya).
El estrés oxidativo y la inflamación contribuyen a la evolución de condiciones relacionadas con el cerebro. La buena noticia es que el cuerpo humano puede extinguir los radicales libres y la inflamación por medio de la alimentación.
Una dieta colorida con vegetales, frutas, granos enteros, y omega 3 nos suministran abundantes antioxidantes y grasas “buenas” que apagan las llamas de la inflamación. Métodos de cocción diferentes a freír los alimentos son los más sanos. Evitar los alimentos muy procesados o llenos de endulzantes nos ayudan a mantener a raya el desenvolvimiento de procesos químicos indeseables en nuestro organismo. No olvide incluir en su dieta hierbas y especias como la canela, la cúrcuma, el jengibre, y un par de tazas de café o té verde, todos guardianes de nuestras células cerebrales.

Virginia Rojas Albrieux

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