viernes, 24 de abril de 2009

El Cerebro, sus Cuidados y el Fútbol

Como madre de tres jóvenes futbolistas y profesional dedicada al trabajo con pacientes en la autorregulación del funcionamiento cerebral, a través de Neurofeedback, estoy muy preocupada por la inconsciencia colectiva que existe acerca del riesgo que tiene este deporte de producir lesiones cerebrales. El fútbol es el único deporte donde se emplea la cabeza para golpear un balón. Son los jugadores de campo los que están en mayor riesgo. Y es muy posible que, el repetido cabeceo del balón produzca, una lesión neurológica a largo plazo.
Dice Daniel Amen, psiquiatra y experto en imagenología cerebral, en su libro Making a Good Brain Great, que luego de haber visto treinta mil escaneos cerebrales, él no dejaría a sus hijos golpear una pelota de futbol con sus cabezas.
Las lesiones a la cabeza representan entre el 4 y el 22 % de las lesiones en el fútbol. Investigaciones clínicas y neuropsicológicas en pacientes con traumas craneales “menores” han revelado daños orgánicos cerebrales. En 1992, en el Hospital Central de Rogaland en Noruega, 69 futbolistas activos y 37 jugadores del equipo nacional noruego fueron incluidos para un estudio neurológico y electroencefalográfico para investigar la incidencia de las lesiones en la cabeza causadas principalmente por cabecear el balón. 3% de los jugadores activos y 30% de los jugadores del equipo se quejaban de problemas permanentes tales como dolores de cabeza, mareos, irritabilidad, deficiencias en la memoria y dolores de cuello. 35% de los jugadores activos y 32% de los jugadores del equipo tenían EEG de ligeramente anormales a anormales, comparados con 13 y 11% del grupo control, respectivamente. Definitivamente había menor cantidad de cambios anormales en el EEG (10% vs 27%) entre los que no cabeceaban el balón que entre los que si lo hacían. Los jugadores del equipo Noruego también fueron objeto de una tomografía computarizada al cerebro, un examen neuropsicológico, y un examen radiológico de la región cervical. A un tercio de los jugadores se les encontró una atrofia central del cerebro y al 81% una discapacidad neuropsicológica de moderada a severa. El examen radiológico de la región cervical arrojó una incidencia y grado significativamente mayor de cambios degenerativos que en el grupo control.
Por otra parte, Siegfried Othmer, Director científico del EEG Institute en California, afirma que cabecear el balón de fútbol pone tensión sobre la corteza prefrontal, los lóbulos temporales anteriores y el tallo cerebral suficientemente como para inducir síntomas de lesión traumática cerebral moderada. Estos síntomas incluyen problemas en el control de impulsos. Y para la muestra un botón, ¿recuerdan al futbolista Zidane en la última final de fútbol mundial? …
En los Estados Unidos, en algunas ligas de menores se ha prohibido el cabeceo del balón. Y en algunos estados, por ejemplo en Massachusetts (2005) se pasó una propuesta legislativa donde se propone el uso de cascos para ligas de menores y equipos universitarios. Esto, bajo la premisa de que los cerebros en desarrollo son más susceptibles de lesiones. En este momento, cada liga y equipo tiene la opción de elegir si exige o no el casco a sus deportistas. Y al parecer, según el Boston Globe, la mayoría no lo está haciendo.
El uso de casco en el deporte más popular del mundo no solo protegería a los jugadores en el momento de cabecear, sino de colisiones entre estos, y de los choques con los postes del arco, que son las causas más frecuentes de lesiones a la cabeza.
No respetamos la fragilidad física del cerebro. Este grandioso órgano puede ser fácilmente estropeado. Cuando recibimos un golpe en la cabeza nuestros cerebros, de consistencia similar a suave mantequilla se choca contra las paredes y bordes de nuestros cráneos, rompiendo pequeños vasos sanguíneos y causando múltiples hemorragias momentáneas que a lo largo del tiempo se vuelven diminutas cicatrices. No necesariamente se pierde el conocimiento después de tener una lesión cerebral significativa. E incluso las lesiones “suaves” marcan a la mayoría de las personas que las padecen (aún cuando a veces los médicos no le den importancia). Muchos investigadores se refieren a estas lesiones cerebrales como una “epidemia silenciosa”. Según la Academia Americana de Neurología, “no existen concusiones menores”. Toda lesión en la cabeza resulta en importantes cambios en el metabolismo cerebral y puede tornar a las víctimas más susceptibles de daños más serios frente a la repetición de un golpe (según estadísticas, luego de que una persona ha sufrido una concusión, está expuesta cuatro veces más a padecer una segunda). A pesar de que a menudo no se presentan síntomas inmediatos luego de una concusión y una resonancia magnética no muestre nada irregular, si se dan cambios sutiles. Luego de semanas o meses un individuo puede tornarse lloroso, furioso, irritable, puede tener dificultad para pensar con claridad o para concentrarse, o sufrir dolores de cabeza, sentirse confundido, presentar visión borrosa, pérdida de memoria, nauseas, o más aún, sufrir cambios de personalidad, de carácter, tener pensamientos oscuros, dificultad para expresar sus emociones o para comprender a otros, etc.
Nuestros hijos (y nosotros mismos) deberíamos siempre utilizar el cinturón de seguridad dentro de un vehículo, y utilizar casco para montar bicicletas, patinetas, etc. Y, ojalá, pronto, se tome conciencia del peligro que representa para nuestros cerebros el cabecear balones en el fútbol y la no utilización de cascos protectores para este deporte.
Para mayor información sobre el tema, puede visitar este vínculo:
http://www.classbrain.com/artfamily/publish/article_168.shtml

VIRGINIA ROJAS ALBRIEX

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