Una parte muy importante en la vida de los niños es el hacer amigos y
experimentar el sentirse “parte de…”. Esto puede en algunas ocasiones
convertirse en un reto. Pero si el conectarse con otros es para el niño una
dificultad que resulta ser más la norma y no la excepción, esto posiblemente es
un signo de que existe una condición más global.
Con frecuencia, la dificultad constante para socializar, forma parte
de trastornos mayores. Se habla en estos casos de: el déficit de atención e
hiperactividad, el trastorno de habilidades no verbales, y el trastorno de
comunicación social. El denominador común en todas estas condiciones es una tendencia
a perderse las claves sociales, una dificultad para interpretar las claves no
verbales del entorno –tales como el lenguaje corporal, las expresiones
faciales, y el tono de voz-, presentar conductas que afectan las habilidades
sociales, y/o tener dificultades con el lenguaje hablado.
Es importante que los padres tomen acciones y soliciten ayuda para sus
hijos en la superación de este tipo de situaciones, ya que por lo general,
estas no son condiciones que desaparecen con el crecimiento y sí pueden mellar
la autoestima de los individuos.
A continuación compartimos el testimonio de la mamá de un paciente
(con su consentimiento) narrando su experiencia con neurofeedback en nuestro
instituto:
Para mi esposo y para mi el neurofeedback fue el
recurso efectivo, tras meses de búsqueda de una ayuda para nuestro hijo de 5
años con su falta de habilidad en destrezas sociales que había comenzado a
afectarlo anímicamente.
En ese momento a nuestro hijo le incomodaba
enormemente hacer contacto visual o tener una muestra de afecto como un abrazo,
tanto con niños como con adultos (a excepción de nosotros dos); así mismo,
tenía dificultad para centrar la atención en clase y no sabía cómo vincularse a
los juegos con la naturalidad en que la mayoría de los niños lo hacen, por lo
que intentaba controlar el juego y ordenar lo que cada niño debía hacer, lo que
generaba que los compañeritos se alejaran de él.
La decisión de buscar ayuda la tomamos al ver como
la sonrisa y alegría de nuestro hijo desaparecía día a día luego de cada
jornada de colegio; en donde él interpretaba cualquier roce de algún niño
inquieto como algo personal, un gran conflicto del que debía defenderse; se
sentía muy triste por no tener un grupo de amigos con quien compartir en los
recreos, tratando de retener a toda costa a su único amiguito, que muchas veces
jugaba con otros niños también, lo que lo entristecía aún más.
Poco después de iniciar las sesiones de
neurofeedback comenzamos a notar la mejoría en su estado de ánimo, comenzó a
quitarle importancia a los niños inquietos, no se incomodaba con los abrazos de
saludo de los abuelos y abuelas, comenzó a notar que debía mandar menos a los
niños e interesarlos más en sus juegos; hoy, dos años después se sigue
vivenciando ese gran cambio reflejado en sus sonrisas, tranquilidad y forma de
afrontar sus retos diarios; en fin, una serie de cambios sutiles en la forma de
recibir la información de las relaciones interpersonales que le abrió un camino
antes inexplorado para conectarse con la gente y que cada día se amplía más y
más.
El neurofeedback para nosotros no se trata de una
herramienta sino de los cimientos mismos, que se desarrolla en la persona como
un proceso natural y exponencial, mientras juega o se divierte viendo una
película.
(Alexandra
Loaysa: mamá de un niño de 5 años).
Independientemente
del diagnóstico, lo que nos interesa en el Instituto Colombiano de Neurofeedback
es entender la sintomatología para elaborar un entrenamiento cerebral que sea
personalizado.
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