No se trata de que el niño es “necio”, o que no se esfuerza lo
suficiente. Sus comportamientos, como todos los comportamientos, son el producto de eventos fisiológicos en su
cerebro, los cuales son difíciles de modular a punta de buenas intenciones.
Y mucho menos se van a corregir mediante regaños y castigos permanentes de los
padres u otras figuras de autoridad.
En el Instituto Colombiano de Neurofeedback frecuentemente
escuchamos las quejas de padres y madres acerca de sus hijos ... “mi hijo nunca
sabe qué tareas tiene”, “a mi hija se le olvida traer los libros que necesita
para hacer sus trabajos en casa”, “estoy cansada de que me citen en el colegio
para hablar sobre el mal comportamiento de mi hijo en clase”, “los profesores siempre se quejan de su falta
de atención y que distrae a los otros niños”, “mi hijo se frustra fácilmente y
se pone furioso”, “mi hija necesita monitoreo permanente para llevar a cabo
cualquier rutina”, etc.
También es común escuchar que los niños suelen disculparse por su
actuar y/o comprometerse a que no repetiran su “mal” comportamiento, para al
día siguiente volver a cometer los mismos errores. Esto, de manera entendible,
angustia a los padres quienes lo toman como una afrenta, un acto de desafio, o
como falta de voluntad por parte del niño.
La verdad es que los niños con déficit de atención, u otras
condiciones que afectan su actuar, ni están buscando ofender a sus figuras de
autoridad, ni les falta voluntad.
Ellos realmente quisieran comportarse distinto y ser más asertivos.
Pero el déficit de atención es una condición neurológica y por ende, sobrepasa
y desborda la voluntad.
Los primeros pasos para apoyarlos es tener clara esta realidad y
amarlos incondicionalmente.
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