En esta entrada hablaremos sobre una de las
enfermedades cerebrales que, junto con el alzhéimer, es considerada la más
grave. Al final el lector encontrará algunas recomendaciones profesionales para
evitarla. [VZ1]
El ataque cerebrovascular (ACV)
es la principal fuente de discapacidad
en el mundo, la segunda causa de muerte en personas de más de 60 años –con una
prevalencia mayor en las mujeres– y la cuarta razón de fallecimiento de toda la
población adulta.
El ACV se presenta en el 90
% de los casos, cuando hay una ruptura en las arterias que corta el flujo
sanguíneo a algunas áreas del cerebro. A esto se le denomina isquemia cerebral. El otro 10 %
corresponde a los ACV hemorrágicos,
porque se rompe un vaso sanguíneo y se produce sangrado. En ambos casos, la
consecuencia es una privación de oxígeno en cierta(s) zona(s) del cerebro. Dependiendo del lugar y la cantidad de tiempo en
que se dio esta privación es el daño ocasionado. Las secuelas pueden ir desde debilidad de un miembro hasta parálisis, pérdida del habla, etc.
En ocasiones, el corte del
flujo sanguíneo solo dura un momento, y a esto se le llama accidente isquémico transitorio. En estos eventos puede que la
persona no note nada, o quizá perciba cierta dificultad para hablar o para
mover algún miembro por un breve lapso de tiempo, para luego sentirse
plenamente recuperada. Pero los accidentes isquémicos transitorios pueden
multiplicarse de manera lenta, deteriorar la función cognitiva e incluso
producir demencia.
¿Qué
hacer para reducir el riesgo de un ACV?
Nuestro estilo de vida
determina en altísima medida los riesgos de padecer un ACV. Y dentro de este, la alimentación es un pilar clave. Una
dieta saludable puede reducir el riesgo de ACV mediante la disminución del colesterol y la presión sanguínea, en la medida en que esta última mejora el flujo
sanguíneo y la capacidad antioxidante del organismo.
Existen tres hábitos de
alimentación que contribuyen a lograr esto:
1) Consumo
de fibra:
La fibra
no solo tiene efectos positivos sobre la salud digestiva, una dieta alta en
fibra reduce los riesgos de cáncer de colon, mama, diabetes, enfermedad
cardiaca, obesidad y muerte prematura en general. Numerosos estudios señalan
que la alta ingestión de fibra previene los ACV. La fibra se encuentra
concentrada en forma natural en los alimentos de origen vegetal no procesados -por ejemplo,
frutas, verduras, frijoles, nueces, semillas, granos en su estado natural
(estos últimos, mínimamente procesados). Los procesados -aquellos alimentos a
los que se les ha aplicado algún método para su conservación, o se les ha
adicionado grasas, aceites, azúcares, sal, y otros ingredientes, o aquellos elaborados
a través de procedimientos industriales- contienen significativamente menos fibra, y
los de origen animal no tienen fibra en absoluto.[VZ2]
La fibra
ayuda a controlar el colesterol y los niveles de azúcar en sangre, lo cual permite
mermar la cantidad de placa que tapona las arterias en los vasos sanguíneos
cerebrales. Las dietas altas en fibras también reducen la presión arterial,
disminuyendo el riesgo de sangrado en el cerebro.
A pesar
de que el ACV se considera una enfermedad de los adultos mayores, los factores
de riesgo se acumulan desde la infancia. Un estudio holandés[VZ3] del 2012: Lower
lifetime dietary fiber intake is aasociated with carotid artery stiffness: the
Amsterdam Growth and Health Longitudinal Study, concluyó que un bajo
consumo de fibra en niños se asocia con un endurecimiento de las arterias
cerebrales en la adultez, lo que propicia la aparición de ACV.
Si
realmente se quiere asumir un rol proactivo en la reducción de riesgo de
padecer un ACV, la sugerencia es consumir un mínimo de 25 gramos al día de
fibra soluble (hallada por ejemplo en fríjoles, avena, nueces y bayas: moras,
fresas, uchuvas, arándanos, frambuesas, etc.) y 47 gramos diarios de fibra
insoluble (que se encuentra principalmente en granos enteros, como arroz
integral). Para
llegar a este nivel de consumo de fibra diaria, se requeriría de una
alimentación extraordinariamente saludable, muy lejana de lo que es común y de
lo que arbitrariamente recomiendan como “adecuado” la mayoría de autoridades de
la salud. [VZ4] Lo anterior debido a que dichas autoridades no creen
que sea “realizable”
para la mayoría de las personas, alimentarse de la manera en que se
necesita para alcanzar el nivel de consumo de fibra ideal.[VZ5]
2) Consumo
de potasio:
Una dieta
altamente rica en potasio aminora el riesgo de ACV. Cada célula de nuestro
cuerpo requiere de potasio para funcionar, y este se obtiene de la dieta de las
plantas. Durante una gran parte de la historia de la humanidad, el hombre
consumía hasta 10.000 mg de potasio diario. Hoy en día, las cifras para Estados
Unidos indican que menos del 2 % de los norteamericanos llegan a la
recomendación diaria de 4.700 mg. Esto se debe al gran consumo de alimentos
procesados, que han ido sustituyendo poco a poco los alimentos vegetales no
procesados. Los alimentos más ricos en potasio son todos los vegetales de hojas
verdes, los fríjoles y la batata (o batata dulce) y no tanto el banano, que
contiene bajas dosis de este mineral, al contrario de lo que cree la mayoría de
personas.
3) Consumo
de antioxidantes:
Los
antioxidantes previenen el ACV, así lo indica el estudio Total antioxidant capacity of diet and risk of stroke: a
population-based prospective cohort of women del 2012, que le hizo
seguimiento a más de treinta mil mujeres durante doce años y halló que aquellas
que consumían mayor cantidad de alimentos antioxidantes tenían el menor riesgo
de ACV. La investigación Total antioxidant capacity of the diet is associated with lower risk of
ischemic stroke in a large Italian cohort (2011) arrojó resultados
similares.
Por otra
parte, 16 expertos alrededor del mundo publicaron una base de datos de más de
tres mil alimentos, bebidas, hierbas, especias y suplementos (véase: http://bit.ly/antioxidantfoods), que reporta que en promedio, los alimentos de origen vegetal contienen 64 veces más antioxidantes
que los alimentos de origen animal. Es decir, que una dieta basada
principalmente en alimentos de origen animal es baja en contenido antioxidante,
lo contrario sucede con una dieta basada en una variedad de alimentos de origen
vegetal, debido a los miles de fitoquímicos antioxidantes bioactivos
encontrados en las plantas, los cuales se conservan en muchas comidas y
bebidas.
Las
dietas ricas en antioxidantes evitan el riesgo de ACV, pues mitigan la
circulación de grasas oxidadas en el torrente sanguíneo que pueden dañar las
sensibles paredes de los vasos sanguíneos del cerebro; disminuyen la rigidez de
las arterias, impiden la formación de coágulos y bajan la presión arterial y la
inflamación. De manera que la recomendación es incluir una variedad de frutas,
vegetales, hierbas y especias en cada comida. Así, estaremos permanentemente
inundando nuestro cuerpo con antioxidantes para contrarrestar no solo el ACV,
sino otras enfermedades relacionadas con la edad. ¡Los alimentos que escogemos
sí hacen la diferencia!
Referencias
Del Río, D., Agnoli, C.,
Pellegrini, N., Krogh, V., Brighenti F. & Mazzeo, T. et al. (2011). Total antioxidant capacity of the diet is associated with lower risk of
ischemic stroke in a large Italian cohort. J Nutr., 141(1), 118-123.
Rautiainen, S., Larsson, S., Virtamo. J. &
Wolk, A. (2012). Total antioxidant capacity of diet and risk
of stroke: a population-based prospective cohort of women. Stroke, 43(2), 335-340.
Van de Laar RJ, Stehouwer CDA, van Bussel BCT, et al. Lower
lifetime dietary fiber intake is aasociated with carotid artery stiffness: the
Amsterdam Growth and Health Longitudinal Study. Am j Clin Nutr. 2012; 96(1): 14-23
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